lunes, 23 de febrero de 2015

Por qué?

¿Por qué tardas tanto en llegar? Llevo esperándote medio año y la cabeza empieza a dolerme de tanta espera. Echo de menos tu alegría, la alteración que provocas en mi sangre...Tú que haces que mis días se alarguen y que la noche tarde en venir, si de ti, he de vivir el día. Tú que inundas de color toda la vida, mi vida, con el color de la esperanza, con mi color, nuestro color. ¿Será esta mierda de tiempo que hace? No sé.Lo que sé es que este invierno me está secando por dentro y mientras te espero, noto que me consumo, poco a poco, lentamente. Me aburre la monotonía de los días, sus cielos grises, sus coches con destino programado...Me aburre la ciudad, mi ciudad, los mismos despertares, las mismas bienvenidas, las mismas despedidas… El Sol que lucha incesante por dejarse ver, por dejarse admirar intentando abundar cada mísero y recóndito rincón. Salgo a la calle, miro a mi derecha, a mi izquierda y la gente camina a paso acelerado, viviendo rápido para no pensar. Y me miran… pero no me ven. Me carcome esta lucha de miradas en las que yo, sin querer, pero queriendo, clavo en cada persona, como pequeñas agujas buscando que me entiendan, buscando una explicación de los por qués que se me escapan… Hace tiempo que los días se me arrugan y acumulo las cenizas donde antes había aire. Este mundo, mi mundo, me atrapa en un círculo vicioso del que no encuentro la salida. Dicen las malas lenguas que es imposible echar de menos algo que nunca has tenido, pero se equivocan, porque yo, lo hago constantemente y si no que se lo digan a mi herida, que acariciándola, hace que los días en el calendario desaparezcan sin ser recordados. Mientras, con el humo de mi cigarro a medio consumir, seguiré esperando una sonrisa de repente en un bar y algún que otro beso de esos que nadie recomienda… Empecé escribiendo a la estación de las flores, pero mi cabeza da vueltas persiguiéndote y este es otro por qué que se me escapa.




viernes, 20 de febrero de 2015

Quién sabe.

Es de noche. Demasiado tarde para ser Viernes.  Hoy, es una noche cualquiera, no empieza con planes improvisados,  ni con llamadas de última hora que te hacen resurgir de tu absurdo aburrimiento. Las vistas singuen igual desde la ventana del cuarto, el mismo parque, los mismos árboles, el mismo frío y hasta la misma Luna me mira con las mismas ganas de siempre. No sé cómo ni por qué, hoy me llama la atención ese hotel llamado Soledad, colocado delante de mi edificio, guardando miles de secretos, robando miles de corazones y quién sabe si quizá, rompiendo otros cuantos.  Me parece irónico su nombre cuando diviso en su puerta una mujer sentada en ese frío suelo, iluminada por la luz de la farola que hay delante de ella y la poca luz que se escapa del hotel escondido  a su espalda.
Me cala tanto su presencia que no puedo dejar de mirarla, sus ojos entrecerrados, cansados, me dicen que su corazón llora. Sus labios blancos, su cara pálida me dicen que  se está hundiendo lentamente. Su pelo negro le  hace la competencia a la noche que la envuelve. Las facciones de su cara son distinguidas, misteriosas…Cuantos besos sin nombre habrá dado, cuantas caricias con prisa habrá recibido...
Está sentada, con las piernas entrecruzadas como si de un lazo se tratara, sus manos están escondidas bajo una manta con más vida que la de las personas que la miran al pasar delante de ella.  Como cama tiene cuatro cartones mal colocados y un cojín tan sucio como sus manos. Viste un jersey azul mar con pinta de haber guardado el frio de otros cuerpos.  La miro, la miro y no dejo de pensar en la vida, en su vida. ¿  Cuantas veces le habrán robado el mes de Abril, cuantas veces le habrá jurado a la Luna que no volvería a perder la cabeza por un hombre?  ¿Cuántas veces le habrán descolocado el presente, pensando en un futuro incierto? Que fué de su vida, de sus sueños, sus ilusiones... ahora perdidos en un pasado irrecuperable. De repente empieza a llover, las gotas golpean con rabia los cristales de mi habitación, como si el cielo, nuestro cielo, hiciese eco a la tristeza que transmite, con rabia, descontrolada. No puedo remediarlo y empiezo a llorar al compás de la lluvia, pienso en ella, en su soledad. Como és el destino, que sin buscarlo ni quererlo coloca su vida en la esquina del hotel con el mismo nombre que su sentimiento.
Me gustaría tener el valor para bajar hasta ella, sentarme a su lado y hacerle la compañía que le falta, resguardarle de este frío que te cala los huesos, de este in(f)vierno que no tiene ganas de marcharse… Decirle que no se preocupe, que todo saldrá bien, pero no la tengo, no la encuentro y me quedo aquí, sentada en el regazo de mi cama y dejo de verla, dejo de sentirla cuando de repente cierra los ojos, soñando quien sabe, si una vida mejor.